domingo, 7 de septiembre de 2008

ossobùco

A Fuego Lento (Cap. V)

Vedere Napoli e dopo Morire


Era una frase que escuché repetidamente a lo largo de mi infancia. En el escritorio rojo, verde y blanco, junto al teléfono de candelero -que no se cambió jamás a pesar del paso del tiempo- hojeaba a veces, La Divina Comedia: Lashiati Ogni speranza...
Fue por entonces que Maragrita empezó a tener pesadillas. Ella las atribuía a que comía demasiado por la noche. Empezó a hacer una dieta rigurosa. A la noche sólo una papilla de maicena o alguna fruta.
-La carne -decía- no tengo que comer carne porque después sueño.
Alguna vez le pregunté:
- ¿Qué soñás?.
-Había escuchado sus gritos llamándolo al padre y sabía que esos sueños se repetían siempre a la misma hora. Y no eran sólo sueños, se levantaba y así en camisón, deambulaba por el patio, subía a la terraza,trepaba al muro que tenía como una suerte de escalones y gritaba hacia la calle. Siempre lo mismo, llamando al padre.
- ¿Qué soñas?. Le pregunté
Estoy en una montaña, alto, desde allí se ve el mar. O acaso un río. Es muy azul y tengo miedo. Estoy alto en la montaña. Me doy vuelta y veo la casa de Celenza. Nunca la conocí. Pero la veo. De adentro de la casa sale un hombre todo vestido de negro., me sigue. Yo corro, está detrás mío, estoy al borde del precipicio. Abajo está el mar. Sigo corriendo. Lo llamo a papá porque sé que está ahí. Sé que tiene que estar cerca. Lo llamo a papá y me caigo y voy cayendo hacia el mar. Y grito y grito más fuerte y me despierto.

Una receta del Cap V
Embutidos caseros
Los salchichones eran los preferidos de mamá. Esther me contó muchas veces que solía darse grandes atracones con ellos. Esta receta pertenece a un libro que muchos años después encontré en La Reja. Es de 1892 y fue editado por Garnier Hnos. en Paris, se llama nada menos que El Libro de las Familias y tiene al decir del libro mismo, una curiosa colección de recetas útiles. Pertenece a León Krebs y es un atuténtico manual para la elaboración de chacinados y conservas caseros. Explica desde cómo hacer los famosos jamones de Maguncia hasta un completísimo estudio sobre el método Appert. En él debía inspirarse mi abuelo para hacer sus chacinados.

sábado, 2 de febrero de 2008

A Fuego Lento


Hay un momento de quiebre en el que el tiempo transcurrido se torna irrecuperable. Hay un punto en que todo recuerdo, toda memoria se han solidificado en instantes precisos, en imágenes casi oníricas. Momentos puntuales: un paisaje, un reflejo en el agua o en las hojas de los árboles, una casa, un festejo, una palabra y, tal vez, una despedida o un nacimiento. Pero siempre, o casi siempre la comida estará presente. Porque frente a la mesa se sellan pactos, se hacen proyectos, se dicen cosas tiernas y de las otras. El acto de comer se entremezcla entonces con la historia.




La Reja, los veranos

Un olor especial, inolvidable. Hecho de briznas, de tierra húmeda, de plantas , de frutos pudriéndose al sol. El zumbido denso de los insectos durante las siestas y ese placer único: andar a caballo a campo abierto, cuando el viento corta el rostro y el pastizal ondula como el mar.
Don Luigi había plantado parras, con una técnica aprendida en Italia. Detrás de la casa, en Celenza -decía-había hileras de parras trepando por la montaña. A fines del verano, daban unas uvas doradas. Las sacábamos en canastos de mimbre y hacíamos un vino que guardábamos en pequeñas barricas. Era perfumado y mineral. Era como si el agua del Forture, se mezclara con la piedra. El quiso repetir allí sus recuerdos. Pero un día los caballos le destruyeron todas las estacas de las vides. Cargó su rifle y dijo que si los caballos volvían a cercarse a sus parras, los mataría. (A Fuego Lento, Cap. 9).